13/2/12

EL JUEGO DEL ESCONDITE

A algunos hace mucho que les dije que algún día les contaría este cuento. Hoy, viendo La Celestina, ha vuelto a salir el tema del amor ciego y de las locuras que se hacen por amor. Hay una explicación a todo esto, en un bello cuento. Espero que os guste:

En el principio de los tiempos, cuando no existía nada. Cuando ni siquiera el tiempo existía porque nadie había inventado nada para llevarle la cuenta. Cuando el hombre todavía no existía, en mitad del universo estaban reunidos los vicios y las virtudes que más tarde poblarían a los humanos en mayor o menor medida.

Y los vicios y las virtudes se pasaban todo el día discutiendo y peleando, sobre todo azuzados por la Ira y la Discordia. Y discutían sobre quién habitaría el cuerpo de los humanos, si los vicios o las virtudes. Y no se ponían de acuerdo porque unos decía que habría mas virtudes que vicios en los humanos y otros que al revés, que sería mayor el número de vicios que estarían en los humanos.

Y como nadie se ponía de acuerdo. La Locura, que estaba loca, tuvo una idea que le pareció genial. Y dando brincos en mitad de la reunión dijo:

- Tengo una idea, tengo una idea para solucionar la discusión.

Y la Intriga que estaba cada vez más intrigada, azuzada por la Curiosidad preguntó por fin:

- Oye, ¿Y cual es esa idea tan buena?.

La Locura dio un brinco y después otro y dijo:

- Muy fácil, muy fácil, muy fácil. ¡Se trata de un juego!. Es muy sencillo, es un juego genial y muy divertido. - dijo la Locura - Es el juego del escondite.

Entonces la Intriga sí que se quedó intrigada. Y como ya no podía soportar tanta intriga dijo:

- ¿Y qué demonio de juegos es ese?.

- Muy fácil, muy fácil, muy fácil. - dijo la Locura dando vueltas alrededor de la Intriga - Uno de nosotros se pone a contar de uno a cien de cara a un tronco muy grande y con los ojos tapados. Y los demás salen corriendo a esconderse donde puedan. Luego el que cuenta sale a buscar a los demás. Si al último que encuentre es una virtud, serán las virtudes las que habiten al hombre en mayor número, si es un vicio serán los vicios los que habiten a los humanos.

Entonces alguien entre la multitud dijo:

-¿Y si encuentra una pareja de virtud y vicio?.

La Locura pensó un instante y dijo:

- Muy sencillo, se repartirán por igual.

La Inteligencia, que hasta entonces se había creído la más inteligente pensó:

- "Vaya ideota que se le ha ocurrido a esta Locura. ¿Por qué no se me habrá ocurrido a mí?."

Entonces la Intriga preguntó:

- ¿Y quien va a contar?.

Y la Ternura dijo:

- Anda, Locura, ya que se te ha ocurrido a ti tan buena idea, ¿qué mejor que seas tú quien cuente?.

- De acuerdo. - dijo la Locura.

Y se fue a un tronco a contar:

- Veintisiete, cuarenta y dos, catorce, sesenta...

Todas las virtudes y los vicios salieron corriendo a esconderse.

La Justicia cogió de la mano a la Verdad, porque la Verdad siempre acompaña a la Justicia, y se fueron hasta un río que pasaba por allí cerca. Era un río de aguas cristalinas y puras. Y la Justicia dijo:

- Nos esconderemos aquí, para que luego digan que la Justicia no es clara. -

Y la Justicia se escondió en el fondo del río junto con la Verdad.

La Lujuría cogió de la mano a la Pasión y juntas escalaron una montaña para esconderse en ella. Pero una vez dentro la temperatura empezó a subir y las rocas a calentarse y a fundirse hasta que la Lujuría y la Pasión hicieron nacer un volcán en aquella montaña.

La Pereza no se movió de donde estaba. Con el sueño que tenía ella, se iba a molestar en esconderse. Vamos, y se echó a dormir detrás de un banco que había por allí cerca.

Y así se fueron escondiendo todos, todos menos dos.

- treinta y tres, cincuenta y ocho, siete...

La Envidia, envidiosa como siempre, quería saber donde se escondía todo el mundo y se quedó allí en medio.

- setenta y siete, ochenta y seis, cincuenta y uno...

El otro que no se escondía era el Amor. Porque el amor es indeciso y no sabía dónde esconderse.

La Locura estaba llegando al final de la cuenta:

- noventa y ocho...

El Amor y la Envidia no sabían dónde meterse. La envidia vio un pino y se subió en lo alto.

- noventa y nueve...

En el último momento el Amor se tiró a un rosal de rosas rojas donde nadie se había escondido porque estaba lleno de púas.

- y ¡cien!.

La Locura se dio la vuelta y empezó a buscar a sus compañeros.

- ¡Cruz por la Lealtad!.- La Lealtad, leal como era, no se había movido del lado de la Locura.

- ¡Cruz por la Esperanza!.- La Esperanza se había escondido cerca pensando que quizá no la encontrarían.

- ¡Cruz por la Ignorancia!.- La Ignorancia, despistada salió preguntando - ¿A qué estamos jugando?

- ¡Cruz por la gula que está comiendo pasteles!.

- ¡Cruz por la Soberbia!.

La Soberbia salió muy encendida y dijo:

- Me había escondido muy bien, ¿A que me has encontrado de las últimas?, ¡Vamos, con lo bien que me escondo yo!

- ¡Cruz por la Humildad!.

La Humildad se acercó a la Locura y le dijo:

- La verdad es que me has encontrado un montón de bien.

- ¡Cruz por la Pereza!.

La Pereza seguía durmiendo plácidamente a pesar de todo el alboroto que la Locura estaba montando.

La Locura llegó hasta el río de aguas cristalinas, miró al fondo y vio a la Verdad y a la Justicia. Y gritó:

-¡La Justicia y la Verdad están allá abajo!.

La Locura ya había descubierto a todo el mundo menos a dos: la Envidia y el Amor (ya que a pesar de lo que decía la Justicia, ella tenía una cierta idea de por donde estaba la Verdad. Los locos están locos, pero no son nada tontos). Ya no sabía dónde buscar y miró al cielo para pedir ayuda. Y con esto vio a la Envidia que estaba en lo alto del pino.

- ¡Cruz por la Envidia!.

La Envidia, envidiosa de que no hubieran encontrado al Amor, se bajó del árbol y dijo:

- Pues el amor está escondido en esas zarzas.

La Locura dio vueltas a la zarza pero no vio al Amor, y es que el Amor es difícil de encontrar a veces.

- Pero busca bien, que está ahí.- dijo la Envidia.

La Locura intentó apartar las zarzas con las manos pero se pinchó

-¡Ay!

Y es que a veces el Amor hace daño sin querer.

- Pero busca bien, que seguro que está ahí. - azuzó la Envidia.

La Locura ya no sabía que hacer y cogió una horca de dos puntas y comenzó a pinchar las zarzas con ella. Finalmente se oyó un grito que dejó a todos helados:

-¡Ahhhhh!. -

El Amor salió gritando de dolor, las heridas cubrían su cuerpo y su cara y una fina capa de sangre le cubría de pies a cabeza. Por fin, la Caridad pudo curarle todo, todo menos sus ojos. Entonces la Locura sintió pena y dijo:-No te preocupes, amigo Amor, a partir de éste día, yo seré tu lazarillo, tomate de mi mano, y yo te diré en que corazones debes posar tus suaves besos y a cuales debes dirigir tus flechas.

Y es por eso que dicen que el Amor es ciego y que siempre va acompañado por la Locura.



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